miércoles, 3 de noviembre de 2010

El cisma estudiantil, réquiem por un 2 de octubre

Hijos de la chingada, parásitos chupasangre, pedigüeños, cínicos, ¡carroña¡ así se refirió Díaz Ordaz a los estudiantes en los años sesenta cuando sus militares asesinaron estudiantes documentado en el libro del investigador del Colegio de México; Sergio Aguayo, “los archivos de la violencia”.


Transcurría el año de 1968 por la Plaza de Las Tres Culturas, cuando una masacre la convirtió en la Plaza de las Tres muertes, por balazos, por desaparición, por tortura. Represión, fuerzas coercitivas, reclamaban aquella famosa frase de Max Weber, “el Estado es una asociación que reclama para sí el monopolio legítimo de la violencia”.


Veinte muertos registra la historia oficial, y un millar de desaparecidos que según Luis Echeverría se fueron de braceros a EU. Una bicoca que inicia la duda sobre la eticidad de la historia oficial, la que nos cuentan ahora con eufemismos en libros de textos con más reimpresiones que algún libro del Renacimiento.


El 2 de Octubre de 1968 nos dejó una huella subyacente a nuestra memoria colectiva, la misma que ha ido desapareciendo en un país de “corta memoria” según han acuñado algunos intelectuales o como decía Carlos Monsiváis; el país que vive en nostalgia perpetua.


El estudiante de hoy pareció haber olvidado la consigna “2 de octubre no se olvida” y sólo la repite como un loro, sin entender en su totalidad la frase. O incluso, algunos no recuerdan, no lo han leído, o no toman con seriedad este dolor y duro golpe a la educación, al joven del libro, a las nuevas ideas, a los nuevos paradigmas.


Hay incluso una apatía estudiantil premiada por la mediocridad, aplaudida por los amos del poder, un desinterés que ha llevado al cisma, a una debacle de metas, una completa escisión sobre todo en universidades públicas, la globalización ha dejado en claro que lo más importante para satisfacer el consumismo actual es el dinero.


Hoy, en la primera década del Siglo XXI, el estudiante mexicano enfrenta grandes problemas sobre un país en vísperas del desarrollo –que nunca llega desde la Revolución Mexicana- para satisfacer sus necesidades básicas de educación, sin importar el grado de escolaridad o el lugar donde se profese.


Hay muchos puntos que podrían explicar el cisma estudiantil dada su complejidad, y a pesar de la revolución tecnológica o la reingeniería de las relaciones a través de redes sociales como el Twitter o el Facebook, hay un resquebrajamiento por parte de este sector, una gran división.


En primer lugar, el papel del Estado ante la educación nacional deja mucho que desear, pues cada día se ven favorecidos la globalización y el clientelismo, por ejemplo, el 30 de septiembre el presupuesto del Ejecutivo para el 2011 permitió una caída de 2.1 por ciento en términos reales para la función de la educación básica. Lo cual marginará de programas sociales a poblaciones vulnerables como la indígena, la especial y algunas zonas rurales que tienen telesecundarias.


Una educación básica pauperizada, incapaz de formar estudiantes comprometidos con su entorno, sordos a los estímulos actuales, una educación básica que enseña a obedecer, incapaz de fomentar sentido crítico. Incluso en algunas universidades el fenómeno es evidente.


Una educación básica que enseña hacer tareas al estudiante, pero nunca preguntarse los porqués. Una educación donde el maestro no puede ser superado, ni puede ser contradicho, pues la represión puede hacerle ver la suerte al estudiante con apodos de “rebeldía, irreverencia, enemigo público, o subversivo”.


Eso sí, 236 ipads repartidas a diputados priístas un 25 de Agosto salvarán al país de la hecatombe social y económica, pondrán a México en la mira mundial.


Los licenciados en mafias nacionales han jugado las cartas de manera inteligente. PRI y PAN no les interesa en lo más mínimo hacer célebre un día en que estudiantes fueron reprimidos para no echar a perder los planes de las Olimpiadas(?) que empezarían el 12 de octubre del mismo año y así, borrar de tajo, este episodio incómodo de subversión(sic) ante la era de violencia política entre 1958 y 1970


El otro punto, es claro la apatía estudiantil, incapaz de resolver sus propios problemas, de volver Wikipedia su enciclopedia personal, aborrecer los libros, investigaciones exhaustivas profundas en Google, estudiantes de la vida cómoda y faltos de interés y ante todo, de aporte a su entorno social-politico.


Y esto por supuesto, es una gran satisfacción para los dueños del sistema, la gran comodidad.


Se podría apostar incluso, que muchos estudiantes no sienten suyo este episodio que marcó un parteaguas en la historia mexicana, o los movimientos sociales estudiantiles mundiales como la Revolución de Mayo en Nante, Francia o en la Universidad de Berkeley en EU.


Como podría haberlo en un país que coexisten millones de NINI. La educación se ha tornado aburrida, el estudiante es la materia prima del narcotráfico.


Es la época de las tribus urbanas, de grupos aislados, la práctica de la Aldea Global que Mcluhan hablaba, pues la juventud es más capaz de unirse a una lucha por Facebook o Twitter que agrupar jóvenes en su mismo entorno y resolver los problemas que le corresponden en la Universidad como estudiante.


La época del cada quién su pedo, de cada quien su “iris”, del que me importa pues a mí no me afecta.


¿Dónde queda la educación ante un estudiante incapaz de dudar su entorno social, incapaz de actuar, viviendo un proceso de aburrimiento del presente, del entorno?


¿Dónde queda este episodio importante para entender el México moderno que se ha reducido a consignas sepultadas por el tiempo, y marchas que se olvidan al momento de unir pisadas?


¿Dónde queda el “dos de octubre no se olvida” cuando en la urna se deposita una boleta tachada que favorece la tradición de un partido seudo revolucionario?
Queda seguramente, en los rescoldos del ayer, en la diáspora hacia la inacción, en la desidia estudiantil, en la abulia reflexiva; en el Oscurantismo de la memoria perdida. Cantemos por la muerte estudiantil, nuestra muerte colectiva.

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