miércoles, 23 de marzo de 2011

Grillos

Se esparcen como los copos de nieve sobre la arena. Gritan que mueren pero viven entre el césped. Oyen desde lejos pero nos hablan tan cerca. Tienen el corazón confundido e inhóspito. la última vez que amé a un grillo me quede tan solo como un grano de arena en lo profundo del mar. Ese sonidito, tan perspicaz y sugestivo que se expande como la luna de otoño en los diciembres perdidos.

Me recuerdan que la soledad vive y renace y se multiplica para decirnos: ¡Oye, estás acabado!

Fulmina el tintineo como tiritan las estrellas. Las nubes son aquellas formas gaseosas que festejan nuestra ineptitud. Lo que ustedes no saben, es que en el cielo se libro una batalla y la perdimos. Estamos condenados a vivir en esta tierra con nuestras uñas carcomidas, la lengua quemada con ácido, la memoria infiel e infausta y toda la tristeza almacenada del mundo.

Son las once y todo se volvió silente.


Si no fuesen por los grillos, los humanos estuvieran solos con la luna diciéndonos que tan perdedores somos.
No es la victoria, sino el autismo de los muertos.
Nos condenaron a la derrota eternamente.

Tampoco son las once sino las diez.


Y celebramos.

lunes, 21 de marzo de 2011

Aunque no vengas.

Aquí en Veracruz no conocemos la nieve cuando entra la primavera con sus espasmos, sus vicisitudes y los rascacielos del capitalismo injertados en el cabello del ponto en la esquina del cielo. Algo me dice que no vendrás esta noche, y se volverán los kamikazes japoneses presente de un futuro en la incertidumbre.
 
Me pega el ventilador en la puta cara, como cuando te pega el sol y no quieres salir de tu habitación. Hoy es el día de la poesía, la primavera, del natalicio de Don Benito y de los cien años que se hundió el titanic.
 
¡Ah, el Titanic! como me recuerda a los diciembres y al canal 5 en las noches, después de nochebuena para no salir de casa y tirarte un pedo cuando se muere el protagonista.
Te vas de mí cinco días, y desfallezco porque una pantalla no me basta para no arrancarme los cabellos de la existencia, jalarme el cuello y pegar el hombro con frenesí a la pared de mi habitación.
 
Mañana tengo examen de francés, y lo que no quiero al igual que tu es regresar a la escuela, pero yo sí tengo a mi madre aquí pero no tendré a ella, a tí, sonriéndome como la primera vez cuando no sabíamos de mí, ni de tí, ni de ambos ni lo antípoda que podriamos ser después de muertos.
 
Hay tres gusanos vagando en la manzana donde me asomo y me disperso entre partículas, átomos y esas particularidades químicas que nunca terminé de entender porque me daba tanta hueva como leer la biblia.

Los perros ya no son cinco, al parecer serán más de seis, quizá una docena o hasta un centenar...pero quién sabe del carbono 14, la transfiguración y los meta-benzenos del tiempo que se expande como los perros corriendo a través del pavimento...

Esta noche me quedaré sin ella, aunque conozca la nieve cuando entra la primavera, sus espasmos, sus vicisitudes y los rascacielos del capitalismo injertados en el cabello del ponto en la esquina del cielo, aquí en Veracruz, amén de que no vienes, y no vendrás y me quedaré sin ti una noche más mientras al parecer...
me quedé en el exilio como la eternidad de los perros.

lunes, 7 de marzo de 2011

Arias.

Circula el pavimento sobre los ojos. Se vuelven líneas difusas. Hay nada.

Traigo arena de playa incrustado en el poliéster. No es poliéster, es mezclilla, y se vuelve una danza de tela sicílica. Eres tú, Andie, sutil sonrisa, labios no tan pronunciados y talento oculto. La tímidez nos embarga pero hacemos como que no lo sabemos. Saber es la precipitación del hay nada. Ojalá en otro momento, en otra ocasión donde me encuentre contigo escuchando el bullicio de las sardinas en movimiento.

Las olas son hijas del llanto que nunca llega a desembocar el "guash, guash". Te sentí entre mis antebrazos, mi nariz olfateó cada milésima parte de tu ritual corpóreo. Vestías un gris a doble camisón. Sentí el almidón de tu piel vocal sobre mis labios.

Arias ha sido timada muchas veces. Arias cree que le hablo de multiplicaciones, sin el kindergarden terminado.

Cuando la música reina en el ambiente, los poemas se vuelven vacío insustancial, y la carcasa del ente, hedonismo para el cuerpo vacío de líbido.

Mientras más poemas lees, menos proporcional será el fracaso.

El fracaso puso un número catorce en mi cuenta y la tristeza exacerbando cada centésimo de la fiesta de la nalga, la cerveza y la perdición de los sentidos