martes, 30 de noviembre de 2010

Poema.

Entre la angustia de tus pechos, dejé mi rabia incrustada
de los maxilares jugosos del deseo.
Deseo es anhelo, a través de un cuadro etéreo
como el de los segundos incesantes carcomidos por el tiempo.
¡Que deliciosas colinas!, afortunadas las pretéritas manos
que han hecho de esas colinas un jugo de mar en tempestades perdidas.

Y, pasaron las manos sobre su cuerpo, blanco como la espuma, rojo como el deseo
y ardientes los momentos como el incienso, mi cuerpo fue una mezcolanza de ascuas perfumadas.

Y pasaron los minutos, que fueron horas y ala vez segundos...
desnudándose la estructura del cuerpo en reposo
y la flor prohibida se asomo por la pantalla
para el cuerpo que no puede esperar el mañana.

Horas, ¡cómo pasan las horas! mientras cuentas y exhibes de tu sexo
para hacerlo anhelo de arrancarlo, morderlo, saborearlo
ansiosos los dedos en recuerdo,
entre eclipses de sábanas y almohadas
convertiremos lo inocuo en agraviadas redundancias.

Y así, fundiremos nuestros vértices, como se funden el viento y la montaña,
el árbol y la selva, las nubes y los cielos.


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