martes, 5 de julio de 2011

Decepciones

Para ella que es todo un brindis para la existencia.

Acuéstense con el estómago vacío, y con los globos oculares disecados. Llorar en tiempos contemporáneos y uniformes podría ser considerada muestra de sensibilidad. Hoy me encuentro aquí, de la chingada, de la mierda. Esas expresiones mezcladas, materializando un individuo que quiere llorar todas las lágrimas del mundo, pero nada le sale de los ojos. Puro aire comprimido con olor a pelvis guardada. Estar enamorado en estos tiempos, es debilidad. No saben qué culero se siente, que a quién quieres abrazar, se encuentra a miles de kilómetros de aquí. El único contacto posible, la era de la información. Es un suplicio imaginarla solitaria entre más de diez millones de cabrones. Se mueve sola, hace todo sola. Quiero decirle, mi amor, mi vida, ven a mis brazos esta tarde calurosa y jarocha. Y todo se desvanece. El dolor es eterno, y una maraña de sentimientos caen como escombro resquebrajando pisos y construcciones.

Me levanto, ingiero agua. Empiezo a llorar, las lágrimas se escurren, danzan sobre los párpados y hacen una calurosa bienvenida a la paranoia. La paranoia provocada por la impotencia de haberla tenido tan cerca y no haberle dicho lo que sentías por temor al rechazo.

Jamás volví a verla. Meses después se fue a Japón becada. Quiero hablarle, pero habla una lengua diferente.
Jamás supo de todo este mar embravecido que tuve guardado para ella. Ni quiso saberlo.

La vida, resulta así ciertas ocasiones.



viernes, 1 de julio de 2011

Sinergia


Me voy, me voy de la vida, de las lluvias, del smog, tras la sombrilla y nuestros pies que caminan y se mojan libremente entre el pavimento absuelto de sequía.
No me voy de aquí, de atrás, me iría de ti si pudiera, pero no he llegado y quién se va de dónde nunca llegó, es porque regresa yendo hacia ninguna parte.
Y perderme entre tu rostro afable, tus palabras radiantes, tu risa avante. Los bosques perdidos y místicos que superan la región más transparente del aire, ni todo el smog del mundo, ni toda la lluvia del mundo bastará borrarte.
Tres grados de libertad, cuatro, cinco, millones los que sean, si inventaste a Yakasawa cuando dormías en rincones chiapanecos, huacaleros y estratégicos.
La tríada de Pierce jamás supo de la tríada mecatrónica, electrónica, mecánica, informática, hasta una tarde de lluvia, smog, frío, vagones de acero sobre rieles lentísimos que se funden en la sinergia de catorce letras.
Daniela Brindis es la sinergia de todo aquello que conozco y no conozco, como el mar que se pierde entre el horizonte mismo donde se van todas las lluvias ya perdidas por el smog que inunda la capital todas las tardes.

J.

30/Jun/11

Fortuito


Fortuito.
Esta vez no hubo lluvia. ¿Será que por ello todo cambió repentinamente? Me encuentro observando unas tablas mullidas por la humedad capitalina. Vaya suplicio. Pensar que podía estar escuchándote, aunque me obligues hacerme el policía rudo que hace preguntas para sacar información. Y mira que, ya quisieran los policías este “trabajo”. Me parece triste cómo la nada se materializa. El cómo imagino la lluvia cayendo perpendicularmente y envuelve la atmósfera en un grisáceo matiz que destruye todo rastro de ruido. Imagino las luces como bólidos que danzan entre los rieles de alguna sub estación del tren eléctrico. Sigue lloviendo, imagino que sigue lloviendo, no escapo a la lluvia cuando abro los ojos y me encuentro en un vagón del metro. Al abrirlos me percato que estás en otro vagón, en contraflujo. Sólo es cuestión de bajarse y encontrarnos a la salida de la estación entre la multitud pisándonos los talones. Trago saliva y me sabe a vino en una noche lluviosa con las goteras cayéndome en la cara, haciéndola pedazos. Las tablas, ¿qué tienen estas tablas que me observan y parecen arrancarme las entrañas? Hay un vacío dentro de mí, el vacío de unas tablas que parecen moverse mientras te imagino con tu saco negro envolviéndome el dorso, tus brazos no están fríos, aunque lo digas, son cálidos y amenos como una melodía de jazz compuesta por Louis Armstrong y Ella Fritzgerald. Fue buena idea bajarnos en la estación correspondiente. Tiemblo, estoy temblando. ¿Qué eres? ¿Quién eres? Agotaré todas las preguntas que ha hecho el mundo para averiguarlo. Aunque las tablas me devoren y no te haya visto esta tarde.

J.

1/Jul/11