jueves, 4 de noviembre de 2010

Vértigo

Las gotitas pequeñitas que repiquetean ahí fuera, recuerdan como ese vértigo se desliza cuando escucho la intemperie y diviso tu sonrisa desvanecerse cuando te contemplo y a la vez te evoco sentada con los ojos hundidos y erosionados labios, rosaditos y tu mirada cabizbaja de algún modo que me vuelven miserable cuando aterrizó los ojos; intempestivamente.

Tu cuerpo fugase entre los dedos de mi habitación y escabullese por alguna rendija de mi ventana empolvada. Intento seguirte pero huyes como si no hubiese pretérito. Como si fueses una de las gotas que brincan, bailan, danzan con los subsuelos deslizándose hacia la nada. Así de cerca, pero no tan fácil.

Mis ojos siguen abajo, sumergidos, extrañando.

El pretérito es el pretexto de los infelices. Una antesala al dolor. Dos acontecimientos marcan mi onírica mirada y tus labios que siguen siendo rosas, pero empiezan a transmutarse de un rojo carmín que quisiera arrancar para comermelos en mantequilla; si no fuera porqué mi mirada sigue en vértigo y como en picada, hay un pudiese, pero el hubiera marca la pauta como aforismo.

Invoco un comején devorándose algún ruibarbo apestoso a especias muertas perfumadas de una húmedad imprescindible. Las gotas siguen cayendo cada vez más lento y te escucho entre silencios amargos como la cebada.

Me llueve el aire en las papilas gustativas y el sabor de la cebada se mezcla ante algunas lágrimas solares epistemólogicas de añoranzas precipitadas al infortunio.

Sigo imaginándote, abigarrada con la mirada a contraluz mientras te devoro con mis serpientes endemoniadas para devorarte la piel y hacer de ella un mar de eclipses embalsamados a cloruro de sodio con hidrógeno oxígenado.

Y mientras mi nariz sople en tus oídos ruines de costumbres aterciopeladas tiempos incesantes de los repiqueteos de las gotas en vértigo, podré decirte que la amargura puede seguirnos; contrastada por el sollozo del firmamento enmudecido, el cuál deje de cavilarlo al momento de observarte atrapada entre mis demonios mentales para salvarte y hacerte quedar conmigo.

Abandonamos algún recinto mullido por el sereno y el sopor de los tiempos con lluvia ácida. Nos abrazamos bajo los repiqueteos, sí, los mismos repiqueteos progenitores de esta travesía antes de incorporarme a la cruda realidad de no tenerte entre mis brazos, para quedarme en tí.

Sólo en el anhelo perdido de un chico solitario. Por muy ignominioso que suene.

2 comentarios:

  1. Me gustan los anhelos perdidos, vivo de ellos.
    Un beso, linda foto.

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  2. La tarde de hoy con usted me hace apreciarlo cada vez más. Espero con mucha emoción el día que paseemos por Coyoacán.

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