lunes, 8 de noviembre de 2010

cuentos varios


Bajo una ventana donde mezclábase  unas paredes emperifolladas con rugosos pasajes enladrillados color café como el cacahuate y una mujer, de rostro blanco como la nieve, ojos hundidos y negros como el vacío y en la boca, unos amarillentos dientes color pastoso como el lodo estaba un sujeto extraño, tan extraño que era inefable poder materializarlo con palabras. Era extraño y ya.

Tan extraño que decidió desaparecer del cuento así de pronto, desamparándolo en el peor de los finales del no haber, y la trama superflua del no entendí.


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Una luz intensa préndese intempestivamente para dejar en la ceguera momentánea los gritos inexorables de un joven retorciéndose de risa severísima para demostrar que el frío no es de todo un juez importantísimo limítrofe de espadas del tiempo que se escabulle en todo lo ancho del estómago contraído del que ríe severamente mientras la luz se prendió de repente y se apagó cuando nadie vió y la risa severa concluyó el curso de los tiempos embalsamados de pretérito.
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Un joven viaja a un lugar encumbrado por el frío y las mezclas pluriculturales mientras contempla cada acto teatral y sinfónico a la par que su diafragma se ve contraído por los aires gélidos producto de la añoranza de una joven que dejó en algún hueco universitario mientras le tomó la mano, y le platicó sus anhelos varios del antefuturo. Una canción recorre las lágrimas tácitas del joven taciturno que extraña a la joven para cuestionarse que hará en ese momento que lo meditabundo le recorre el tálamo y el encéfalo y por las papilas gustativas, un amargo sabor a sal con cebada y un toque de limón para reprimir el diafragma que está vacío por la mujer de labios rosaditos como algo que no puede explicar pues sólo le recorre el deseo de morderlos hasta volverlos su propiedad privada. También extraña esa piel de colores vivos como la pasión que el siente por ella pero no sabe si del equilibrio las flores de lo dubitativo en su cerebelo que cruza y choca entre sí mismo una gama de preguntas y cuestionamientos hasta llegar al borde la locura extraviada de un mundo normal donde delira el joven por la muchacha que le resume esa parafernalia con un “Por ti” y un “Te quiero y es todo”.
Unas bolas de carne devoran cebada líquida y otras bolas de masa devoran el plomo de unos alcoholes con sabores a este salubre metal que de seguro la importancia es lo de menos, pues lo chido es el condicionante y permitible. Sólo lo que llaman chido podrá reprimir y celebrar la vida juvenil de tomarse todo el exquisito plomo posible con líquidos gaseosos para devastar hígados reciclables como el papel. Mientras música ramplona retumba por las cuatro paredes, unos policías reprimen a patadas los cráneos de tres jóvenes hasta aplastarlos contra el asfalto y dejar impreso narices y ojos. Una historia de mediocridad de un pretérito y un futuro que convergen entre patadas y plomo líquido.

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