jueves, 30 de septiembre de 2010

Ataúdes

Entre los rinconcitos del futuro, una lámpara incandescendente atraviesa el horizonte.

El día que viví la muerte de todos mis seres queridos, las tripas chillaban inversamente proporcional al remordimiento, los dolores de espalda y riñón torturabanme hasta crujirme los dientes mientras me ahogaba entre lágrimas de arena, y una aguja de pajar pinchaba mis dedos para extirparme los órganos de la tristeza y la frustración de no haberme despedido de alguno.

Los ataúdes, desfilaban en una gran marcha que sabían putrefacción febril, la noche empezaba a saber a tristeza consumida y el viento, salado y frío ocasionaba unos toques que producían escalofríos a velocidad luz,. Mi cuerpo se contraía en gritos ahogados de placeres depresivos.

los cantos religiosos, sonaban por las alcantarillas mientras los ratones, con la piel escarapelada y carcomida por la intemperie, salían apresurados a comerse los pies de los cuerpos quemados que llovían entonces para anunciar el final de los tiempos modernos.

Las mujeres fornicaban con animales de granja, y los hombres usaban sus órganos sexuales para transmitir enfermedades veneréas.

El dinero, se quemaba antes de conseguirlo y los hombres, la codicia los torturaba en un círculo de vicioso del jamás tener algún céntimo, pues estos se consumían en humos de cárbono y metano. Con ellos, ardían manos y pies humanas que rociaban un perfume peculiar de ácidos gástricos y piel asad con ácidos muriáticos y mierda humana

Así comenzó el idilio final de verme llorar a través de la cornisa la muerte de todos mis seres queridos.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Noches

La noche es vicio. Sin la noche, las sábanas sucias, la respiración armoniosa y el silencio de las calles no reinaría. Es un reino sin deber, del goce, de lo insurrecto.

Silentes las atmósferas empobrecidas de jade absoluto, de espumas minuciosas clavadas en el aire y de humos carbónicos empostrados en aires desconocidos.

la musa toca mi puerta, la ignoro. Vuelve a tocar, la ignoro otra vez.

La cafeína la destruye, me pienso. La haré pasar me digo.

Pase, señorita, acurruquése en el sofá. o agradece, tiene los labios cocidos y los ojos hundidos mientras llora la sangre derramada en las guerras del consumo y la religión.

La beso, la acaricio, le ofrezco un refresco de Cola, bebe, muy rápido.

El tiempo se detiene, la abrazo, y siento como sus espinas entiárranse muy profundo en mis heridas febriles de Agosto intenso y otoños fusilados.

La noche retoma el curso, muere en mis brazos. Sus espinas han carcomido mi intestino y los convirtió en composta y desperdicio.

No es recomendable andar en la noche buscando musas, y sintiendo su esplendor efímero de desgracias oprimidas.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Cuento.

El día que al escritor odiado de la esquina del barrio más feroz le iban a robar su libreta y su elegante bolígrafo, se sentó a esperar al ladrón, que lo acechaba desde hace una semana, pero ninguno de los dos se dio cuenta. El viento, entraba desesperado por cualquier cristal indefinido mientras las palomas revoloteaban sus pieles nauseabundas y cagaban todo el piso de un hedor putrefacto que olía a madera mojada, mezclada con lodo y perfume barato de tianguis de segunda.

Las personas pasaban siempre por su casa, que era de una piedra como de volcán, que dejaba atónito al más sabio y al más viejo del barrio. Pero cada vez que observaban al escritor, salían huyendo, quizá de rabia, o de envidia pero nadie sabía la razón exacta, sólo que lo odiaban, tenía un noseque que lo hacía insoportable y de un humor ácido que le endilgaba el corazón sólido, y aveces sórdido.

Paloma, su vecina, odiaba las canciones domingueras que el escritor escuchaba, el único Bethoveen que conocía, era el de una serie de televisión y eso le molestaba, lo raro, lo diferente, pues el barrio es para lo popular, el desmadre y la parafernalia de sentirse mediocres, pero que importaba, era su mediocridad, la linda, e infame mediocridad que los consumía en las fiestas de cada sábado que se alargaban hasta los lunes, cuando el escritor salía muy temprano a trabajar.

Los vecinos siempre lo observaban, lo escrutaban desde el pelo desaliñado hasta la camisa de algodón, el pantalón de lino, el bolígrafo amarillento por los bordes de cobre, pero creían que era de oro, los lentes oscuros y los zapatos pulcros, mientras la música con ritmos despavoridos como de fiesta de pueblo, descollaba siempre por aquel barrio de pavimento mal cortado, rey de desniveles raquíticos y unos cráteres como de la Luna en peligro de extinción.

Todos podían rondar el barrio, menos el escritor, pero el escritor nunca jamás se sentó en su pórtico hasta el día que fue aniquilado y le robaron su libreta y su bolígrafo con bordes de cobre, pero pensaron siempre que fueron de oro.

Jonas, el ladrón, con sus pants a media nalga y a medio tobillo, se paseaba siempre con el fin de querer robarle algo al repudiado joven escritor de 30 años, que era un desconocido para él, pero no para el mundo, pues la televisión era de gobierno y el gobierno siempre quiere embrutecer las mentes con canciones pop, talk shows y novelas de final feliz repletas de un vulgar amor de primavera.

El día que el escritor fue robado, le apabullaron la cara y los ojos color miel que conquistaban mujeres hasta asesinarlo, incluso aquellas mujeres casadas en el arrabal pero el orgullo mediocre les impedía reconocer la personalidad del distinto, Distinto se apellidaba el escritor.

Cuando el escritor fue robado, también se le robó el espíritu y murió a los cinco segundos cuando Jonás y su amigo, El trenzas le enterraron una punta oxidada de grafito con hierro, mientras la más tatuada del mundo, una joven de 16 años le sacaba la libreta con unos poemas con alegorías que no entendían y el bolígrafo con bordados de cobre que pensaron que eran de oro hasta que llegaron al empeño y los detuvieron a todos al salir de él, pues el bolígrafo fue heredado de generación en generación, así como la casa de piedra volcánica y el apellido, y así como los vecinos heredaron las mañas de querer atentar contra esta familia de maldición perenne.

Seis generaciones completas del barrio más rudo, más feroz de aquella zona narró este embrollo pero, nunca, nadie jamás lo supo. Cinco generaciones más disfrutaron este show clasemediero de envidia e ignorancia precoz.

La muerte sabe a risa

La muerte, al pasearse sobre bólidos testarudos, sobre huesos deformados, sabe a risa.
El humo de tabaco en el ambiente, rejurgitándose, se deleita, es vid implorada del deseo fortuito.
Pareciese un estornudo de pieles quebradas, sangre coagulada y feroces garras del tiempo.

A risa, a eso sabe la muerte, aveces.

Hay muerte en los chistes, en las bromas, en los pensamientos más triviales.

la muerte cuando llega, sabe a llanto inexorable.
Regresar el tiempo, lamento común,  trillado intento de la resurreción pensada, inacabada, a veces, otras...inexplicables.

Es la muerte lo más hermoso del mundo, lo más preciado, el castigo más justo.

Peor tantito, negamos obviedades, rompemos reglas y nos creemos ramplones burla pavimentos, nos reímos de la muerte.

Así es el humano, hipócrita autoritario, verosímil al antojo, inverosímil si no lo concibe.

Es ficción, nauseabundo olor, muerte, Oh muerte, desdichada...Amo la muerte. Nos demuestra, que somos lo que pensamos. Números, cifras, sólo eso...somos muerte.

Paula.

Flechas como tréboles, un mar convergente de vacíos inexorables. Cuánta distancia hay de las redes al corazón... ¿o, del corazón a las redes?
  diez hectómetros, mil kilómetros, ¿cien hectáreas?
quizá un gigámetro,

Mi respiración, ensimismada, agitada, febril.

Quizá sólo un terabyte de sueño, uno de anhelo, quizá tres de olvido. Demasiado vil.

 Tangible, imprescindible. Un parteaguas al estío.

Mis párpados flaquean, demuestranme su brío.

Los contorneados ojos aceituna verdosos, no mienten, no callan

...sólo recitan, danzan con las lunas más distantes, volvierónse alguna vez mariposas en arrullo, claveles en andanzas, jardínes esmeraldas disolviéndose en átomos fulgurantes de lontananza.

Literatura nuestra vida, nuestro remordimiento, poesía, filosofía...verdugo aspaviento.

La yugular desglosa roces de ternura, y, ¿los dedos? traductores de sueño en la espesura.

Pretérito en discordia, futuro en melancolía.

6500 millones habitantes del mundo, 52 por ciento de tu ralea y tu odisea.

3400 millones aproximadamente, de todas las cifras, tú.

Desconcierto, desdicha, insomnio...palabras entrecruzan abismos infames, círculos que evocan, cantan y retornan al paraíso de la incertidumbre, de lo incierto.

¿Es acaso la vida, un pasaje de encuentros no previstos, de tiempos desperdiciados, de murales fugaces y hechos fortuitos?

Es la vida un enigma placentero, gotas sublimadas de esencias varias, derrames sanguíneos libidos, y límpidos disfraces.

Irónico, escribo, duermes. Seguramente con la duda inmersa en tus labios, que del mar segrega bendita espuma

una estrellita, así de chiquita como el viento, se asoma en el horizonte, se esfuma...

Síndrome del insomnio Si adquirido.  Fueron tus ojos verde aceituna.

...Ahogaronme entre cuatro muros.



Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca. 



[...Me gustas cuando callas porque estás como ausente. 
Distante y dolorosa como si hubieras muerto. 
Una palabra entonces, una sonrisa bastan. 
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Entrenamiento

Entreno mis párpados para jamás cerrarlos.

Olvidó que soy humano, de repente, hago milagros, los encierro, los exprimo.

Onomástico de dudas y pronombres.

La luna, reposa en algún lugar de lo devastado. Gatitos repugnantes se postran en el alambrado mientras sus hígados bañan las púas de un líquido rojizo, el olor a pestilencia es inquebrantable mientras oblitera el poco aroma de rosas muertas. Sabe a muerte

¿A qué sabe la muerte? preguntan muchos.

La muerte sabe a paraíso, a hombre crucificado, aliento de hombre mediocre, a rosa muerta mezclado con un toque de papel moneda y un poco de pólvora, de plomo.

En los pulmones hay muerte, sí, respiramos plomo, mercurio, carbono nitrogenado con un toque de azufre.

El aire está repleto de estos bienes para la naturaleza. Gracias a ellos, los humanos nos extinguiremos no tardando.

Entreno mi lengua para no moverla tanto.

Busco los somníferos para adormitarla, el cuchillo para cortarle la yugular a este músculo tan torpe, y a veces, tan enigmático.

Es la lengua asesina de nombres, asesina de lugares, de tormentas inquebrantables de dolor...

De vez en cuando lubrica rinconcitos inexplorados. Otras veces, comparte líquidos ácidos.

Entreno mis párpados para no cerrarlos, pero al final, es la naturaleza que obliga, que exprime, que decide.

La noche está muerta, repleta de olores fétidos de primavera y de alcurnia del estío que está a punto de extinguirse en el peor de los eclipses bélicos.

Naturaleza versus hombre, estos últimos ganan batallas, la primera, siempre victoriosa con las guerras

Vaya sufrimiento del hombre, tan abstracto y tan minúsculo.

El que mucho aprende, olvida los deseos violentos.

El que mucho entrena, olvida la belleza de la imperfección.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Huracán.

Nueve de la mañana de una ciudad de algarabia solemne y precursora de historia. Un hecho sin precedentes, el meteoro quebrantó esparanzas, atacó colinas, edificios y destrozó suburbios, los desafortunados, suburbios.

El tiempo arribaba las once, la ciudad hecha un desparpajo de árboles ferozmente aterrizados, objetos rotos, muros derruidos, personas muertas, damificados del hambre en la cúspide y, aún, no concluía la furia natural ante el hombre, siempre desprotegido.

El hombre, es, según Aristóteles, aquél animal capaz de utilizar la naturaleza a su antojo, el lenguaje, el ambiente, y todo aquello más allá de la misma satisfacción de las necesidades. Nos definía como un zôon politikón. Pues no, pareciese.

Extranjeros atónitos, un centro irreconocible de una naturaleza irreverente que no perdona condiciones. Si el humano reclama, entonces, la hipocrecía nos deja en el primer lugar de la ingenua inocencia. La humanidad cuando ha perdonado para saciar su hambre de poder. ¿cuándo? Es pregunta y respuesta.

Llegaban las dos, entre tres y cuatro, cuando terminó la proeza de una naturaleza empedernida al demostrarnos que somos vulnerables, ante ella, susceptible del olvido convenenciero de un mundo regido por significante y significado. Entendamos, no somos el más alto animal en la cumbre de eslabón alimentario.

¿Para que nos sirve la palabra, la reflexión, si el rizoma de la realidad es un nexo enfrascado de lucha y de fuerzas coercitivas entre los mismos elementos del modelo epistemológico y descriptvo?

Cinco de la tarde, los vecinos recogían el desastre, se asombraban ante aquel ecocidio de ramas y árboles que rendían pleitesía al suelo, repleto de tierra venida a kilómetros sur. Eso, no importa mucho, importaba más los daños a la morada de concreto que construyeron, el chisme, como acto de culturalización del colono víctimado. En mucho tiempo, no se veía un acto de rito, de contragolpe natural.

La luz, valga la redundancia, ni sus luces. La noche empezaba asomarse, en un cielo nublado dónde el sol quiso asomar el cuerpo, pero nadamás asomó un poquito la mano, o quizá sólo un dedo.

Once y media de la noche, la luz regresó intempestivamente. La alegría regreso, como regresa el perro al hogar después de vagabundear en algun barrio lacerante del olvido, y entonces, el desparpajo de ramas muertas y bichos caídos descollan en algún lugar de mi barrio, escenografía repetitiva de cualesquiera haya pasado una situación igual.

Decía Max Weber, Todos los signos meteorológicos de la economía indican un crecimiento de la no-libertad.
Todos los signos meteorológicos de la naturaleza indican un crecimiento de la vulnerabilidad de la humanidad, de la no-libertad hecha imagen.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Repensar

Entre aguijones intempestivos llenos de insólito veneno, entre punzadas lacerantes llenas de olvido y frustración, entre resquebrajamientos de las ideas Kantianas y el hueco-espacio del A priori y A posteriori se desdibuja la duda y el placer de sentirme inepto y, a veces, pueril ante el comportamiento decente y sensato de la sociedad teledirigida, fanática de una irrealidad de la culturalización y la idealización de la banalidad televisiva y la mediocridad apremiante que disgusta pero se aclama y se premia como el mayor rastro de inteligencia humana.

Y yo aquí, pensándote...mientras las dudas se disipan en el horizonte vertical e inútil de sentirnos distantes...y en sincronía.



Esperando, mientras las luces de ahí fuera se apagan una a una, el cálido recuerdo en tu memoria que me segrega hacia un destino cruento lleno de incertidumbre mientras respiras el cuello del pretérito asfixiante lleno de olores fétidos y una que otra araña de desconcierto y relámpagos que  destruyen toda posibilidad de regalarte mis sonrisas cuando entristeces y mis brazos cuando flauqeas en un existencialismo que te agobia...

Eres -quizá- toda posibilidad de respuesta al complemento extraño llamado amor equiparado con los fantasmas porque hablan de él pero nadie lo ha visto.

EL interaccionismo simbólico de Blumer en el 1938, nueve años después de la Gran Depresión...nos lleva a los tres puntos más importantes.

Las personas actúan sobre los objetos de su mundo e interactúan con otras personas a partir de los significados que los objetos y las personas tienen para ellas, es decir, a partir de los símbolos. El símbolo permite además trascender el ámbito del estímulo sensorial y de lo inmediato, ampliar la percepción del entorno, incrementar la capacidad de resolución de problemas y facilitar la imaginación y la fantasía.


Los significados son producto de la interacción social, principalmente la comunicación, que se convierte en esencial tanto en la constitución del individuo como en (y debido a) la producción social de sentido. El signo es el objeto material que desencadena el significado, y el significado el indicador social que interviene en la construcción de la conducta.

Las personas seleccionan, organizan, reproducen y transforman los significados en los procesos interpretativos en función de sus expectativas y propósitos.
 
¿Qué es el amor para el obstinado, para el oprtunista, para el existencialista, el nihilista, para el ser?
 
¿Qué es el poder para el pobre, para el político, para el soñador, para el apático, para el joven aprendiz?
 
Conclusión:
 
Que eres para mí, y que es ese poder que tiene tu sonrisa y tu voz apiñonada mientras mi estómago hace gargaras de emociones encontradas y pérdidas en algún siglo como lo es el veintiuno...
 
Prometo averiguarlo.