viernes, 22 de abril de 2011

Te extraño.

Se apodera la añoranza de tus labios hieráticos materializados sobre mis hombros. Mis ojos se adentran en la espesura de los que gritan y la garganta se les desolla con tanta raspadura de traquea. Pues bien, hoy vengo a decirte que te extraño, que los recuerdos palpitaron esta mañana. El tiempo a pesar de caluroso y lleno de sofismas, quema y desgarra de igual forma que tu partida sobre los dinteles del pasado. Hoy no hay perros que ladren, ni perros que duelan tanto porque esta vez como hace casi un mes, no me he sentado a esperarte, pero sí, aunque no te espere y aunque te espere te extraño de igual forma.

Siento un vacío, tan sublime y tan incisivo como el sonido de la pólvora cuando se expande y grita. ¿Has escuchado el llanto de un bebé? Pues así, pero más estruendoso. Es el sonido que se ahoga por el silencio y los balidos de los borregos de algún campo lejano.

Parecí inventar la zozobra con la mañana pegándome sobre la nuca, aunque no me extrañes ni me lo digas, te sigo extrañando, así los grillos sigan cantando sobre los cadáveres, así, los dragones existan, las quimeras se envuelvan entre renglones de libreta. así los niños sigan limpiando cristales.

Así leas esto y nunca regreses, te extraño y duele como duelen los metales al caer sobre el piso húmedo y agrietado de alguna ciudad desapacible e incierta.

Me siento como en un salón de clases donde miles de manos raspan los gises en los pizarrones y no tengo manos para taparme los oídos ni yemas de los dedos para taparme las corneas.

Me siento como desnudo en una avenida repleta de fugaces miradas que acribillan mi cuerpo en una noche cualquiera.

Pues tu boca se marchó de mi boca y no regresará ni con los besos muertos sobre un pretérito que se acaba al final de estas líneas al extrañarte con la luna en el olvido mientras Dios se muere para no resucitar.

Y aunque vinieras te sigo extrañando como extraña la arena el vaivén de las olas del mar.

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