La noche es vicio. Sin la noche, las sábanas sucias, la respiración armoniosa y el silencio de las calles no reinaría. Es un reino sin deber, del goce, de lo insurrecto.
Silentes las atmósferas empobrecidas de jade absoluto, de espumas minuciosas clavadas en el aire y de humos carbónicos empostrados en aires desconocidos.
la musa toca mi puerta, la ignoro. Vuelve a tocar, la ignoro otra vez.
La cafeína la destruye, me pienso. La haré pasar me digo.
Pase, señorita, acurruquése en el sofá. o agradece, tiene los labios cocidos y los ojos hundidos mientras llora la sangre derramada en las guerras del consumo y la religión.
La beso, la acaricio, le ofrezco un refresco de Cola, bebe, muy rápido.
El tiempo se detiene, la abrazo, y siento como sus espinas entiárranse muy profundo en mis heridas febriles de Agosto intenso y otoños fusilados.
La noche retoma el curso, muere en mis brazos. Sus espinas han carcomido mi intestino y los convirtió en composta y desperdicio.
No es recomendable andar en la noche buscando musas, y sintiendo su esplendor efímero de desgracias oprimidas.
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