sábado, 23 de octubre de 2010

Primer adiós

Hay un vaso de gaseosa en la mesa que anuncia una próxima despedida. Sí, le salen burbujas como confeti de fiesta.

Vejez, cuerpos que estorban algunas veces. La terquedad es la bandera hacia el precipicio inminente. Apestas, vives muerto.

La intromisión se vuelve pesadumbre, ni soñando pueden remover un puñado de lo más mínimo del estorbo. Ven, huelen distinto cuando las manos ya no les sirven ni para exprimir alguna pelotita de juguete.

Le llaman inutilidad, la motricidad del cuerpo ha esfumadose. Miran con una tristeza envidiable. Sus ojos se pierden en su bigote mal rasurado, y su vista por supuesto, no alcanza ni siquiera ver las líneas de sus manos pálidas y frías debidas a una reuma que acribilla todas las articulaciones posibles y hasta las inventada por algún niño travieso.

En un asilo, ahí acaba la inutilidad. Cuando no sirves, estorbas.

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