martes, 5 de julio de 2011

Decepciones

Para ella que es todo un brindis para la existencia.

Acuéstense con el estómago vacío, y con los globos oculares disecados. Llorar en tiempos contemporáneos y uniformes podría ser considerada muestra de sensibilidad. Hoy me encuentro aquí, de la chingada, de la mierda. Esas expresiones mezcladas, materializando un individuo que quiere llorar todas las lágrimas del mundo, pero nada le sale de los ojos. Puro aire comprimido con olor a pelvis guardada. Estar enamorado en estos tiempos, es debilidad. No saben qué culero se siente, que a quién quieres abrazar, se encuentra a miles de kilómetros de aquí. El único contacto posible, la era de la información. Es un suplicio imaginarla solitaria entre más de diez millones de cabrones. Se mueve sola, hace todo sola. Quiero decirle, mi amor, mi vida, ven a mis brazos esta tarde calurosa y jarocha. Y todo se desvanece. El dolor es eterno, y una maraña de sentimientos caen como escombro resquebrajando pisos y construcciones.

Me levanto, ingiero agua. Empiezo a llorar, las lágrimas se escurren, danzan sobre los párpados y hacen una calurosa bienvenida a la paranoia. La paranoia provocada por la impotencia de haberla tenido tan cerca y no haberle dicho lo que sentías por temor al rechazo.

Jamás volví a verla. Meses después se fue a Japón becada. Quiero hablarle, pero habla una lengua diferente.
Jamás supo de todo este mar embravecido que tuve guardado para ella. Ni quiso saberlo.

La vida, resulta así ciertas ocasiones.



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