martes, 3 de agosto de 2010

Como fantasma

A veces uno se siente fantasma, como ignorado hasta por la mosca que a diario ronda los lugares húmedos como el lugar donde vivo. Pero no hay nada mejor que pasar desapercibido. Odio la farándula. Odio el glamour. Tengo una alergia existencial hacia la moda y esos seres inanimados que los manipula la televisión y la opinión masificada. Cultura de Masas, me compré un repelente desde hace varios meses para no pertenecer a su desprestigiada opinión y seudo sociedad.

Alienado, a mucha honra. Mexicano, prefiero que me apoden ciudadano del mundo.

A veces me pregunto que sería de nuestra vida moderna sin televisión. Hoy observé en Televisa Veracruz, como una señora de complexión regordete....de una redondez extrema, le aplicaba un golpazo a un acarreado priísta. En mi derredor, la gente se reía, otros se mofaban, otros se tomaban en serio su papel de espectador...me dio tristeza.

Dice Umberto Eco que hoy no salir en televisión es un signo de elegancia. Soy muy elegante...no entiendo porque la gente quiere hacerle honor al axioma de Andy Warhol. Quince minutos de fama, el precio...de lo sublime a lo ridículo.

De la memoria sólo sube
un vago polvo y un perfume.
¿Acaso sea la poesía?



Poesía es ritmo que acierta. Palabra precisa. Mirada perfecta. Voz inigualable.
Ni siquiera recuerdo la primera rima asonante que hice...sólo se que nada se. Aunque la humildad socratiana me abandone de vez en cuando. Suelo ser un fantasma.
Quien me interpreta se vuelve existencial, porque según el mundo nace dentro de nosotros, se forma, como Descártes hizo reconocer.


Y sigo siendo un fantasma...

Debo matar lo que miré,
el mito que minuciosa
pliego y despliego,
grava para mi paso solo?
¿ Ciega borrar lugares,
playas, vientos, el tiempo?



Un fantasma preso de ti, tu recuerdo, tu voz...mi nariz respira tu olor. Tiempo intempestivo y cruel.
La distancia une dejando impune el vacío.
Oh querido tiempo, primo de la distancia sobrino del pretérito.


Tu hijo caprichoso, Futuro, maneja tu cartera de minutos y tu monedero de segundos a su antojo.


Hace y deshace, como tu mirada me deshizo en aquella mesa donde una planta de ornato se asomaba perpendicularmente sobre nuestras cabezas, sobre nuestros labios que no tardan en eclipsar.

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