jueves, 17 de febrero de 2011

Poulain.

Hoy me embarga la tristeza. Ha caído la esquizofrenia de mis pupilas sobre tu cadaver inmenso de querer amor. Ante el labio terso y el delgado hilo del presente, se evoca mis rescoldos deseosos de ataque sobre las venas de tu cuello.

A pesar de la melancolía y el dolor perenne sobre mis córneas, los metatarsos y la frontera de mis intestinos flotan sobre el comino de tus labios no mordidos, de los anhelos en la búsqueda y los acueductos de tu pequeño cuerpo encogido por la naturaleza.

Déjame explorarte como lo hicieron con América, déjame contemplarte como niño al mar, permíteme romperte las dudas como filósofo existencial, sólo déjame nadar sobre tu asfalto corpóreo, tus sueños invocados y tu mirada triste que bastará para mi gnosis.

Suenan los chubascos, pequeñitos, pero suenan sobre el silencio de la humedad costeña que desciende sobre los albores de mi casa, los derredores de mi patio, los límites de mi habitación.

Hoy la almohada es débil, lánguida como mis párpados que batallan a contra luz de tinieblas de tus pestañas, la erubescencia de tus actos que me almuerzo en la cena; sine qua non sobrevivo a través de tí y tu chispa dicharachera de hacerme mártir.

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